El estudio universitario como práctica de lectura y escritura: Mi experiencia como docente y estudiante
Mi reflexión sobre las prácticas de lectura y escritura en la universidad, destacando la importancia del docente como anfitrión y la necesidad de un enfoque más allá de la mera transferencia de información.
Cuando me siento a preparar una clase o a escribir un ensayo, me encuentro en una encrucijada de experiencias que moldean el resultado final de lo que leo y escribo. Mi proceso intelectual no se limita a la bibliografía, sino que se nutre de la práctica profesional, de las conversaciones con colegas y de las reflexiones que surgen de mi entorno cotidiano. Hay un componente físico, una relación entre mi cuerpo, el espacio y el tiempo, que me predispone a la generación de ideas. Este ensayo, resultado del seminario «Investigación e intervención en la práctica docente universitaria», explora cómo abordar la experiencia del trabajo intelectual prestando atención a las prácticas docentes que habilitan la lectura y la escritura académica.
La noción de **studium** como «mirar atentamente» me resuena profundamente. Sin embargo, recuerdo mi experiencia como estudiante de diseño, donde el estudio era un proceso de acumulación y transferencia de información, sin espacio para la crítica o la expresión de un punto de vista propio. En ese entonces, mi lectura y escritura estaban limitadas a una forma pedagógica que me convertía en una máquina de producción. El puente entre esa experiencia y mi rol actual como docente, cautivado por el estudio, es el cuidado de la vida activa, el socializar, el conectarme con mi entorno y mis intereses.
Como docente, mi mayor desafío es trascender la simple entrega de contenidos y convertirme en un anfitrión, un arquitecto del espacio educativo, donde se cultiva la curiosidad y la capacidad de cuestionar. Un **anfitrión** no solo ofrece la bibliografía, sino que genera un entorno donde el estudiante puede ser, crear y explorar con libertad. La enseñanza se vuelve un acto de cuidado hacia los otros y hacia uno mismo. El papel del docente, en esta dinámica, es menos el de un transmisor de saberes y más el de un mediador que acompaña al estudiante en su proceso de aprendizaje y subjetivación.
La práctica docente, al igual que la práctica de estudio, debe ser un «ritual» y no un simple «trámite». Es un proceso de autoconocimiento y de poner en valor el estudio con otros, el contexto en el que estudiamos y nuestra propia historia en relación a la lectura y la escritura. Al final de este recorrido, puedo afirmar que el aprendizaje más significativo es la capacidad de «desestructurarme», de dialogar con los textos y con el entorno, incorporando nuevas ideas y perspectivas. El estudio universitario no es solo una práctica de lectura y escritura, sino una oportunidad para repensar nuestra subjetividad y las tecnologías del yo. Se trata de comprender las estrategias de los estudiantes para así, como docentes, poder pensar en mejores políticas educativas.
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